miércoles, 4 de mayo de 2011

Y el mejor cover es.....


Hace no mucho leí un artículo en el suplemento cultural de La Nación kurepa (Ñ) que trataba el tema de los covers, ¿cómo tiene que ser un cover para que nos guste?

Inevitablemente se enfrenta en este problema el bienvestido y depurado cover que Pedro Aznar puede hacer de una canción de Elton John (Ya no hay forma de pedir perdón) o de una de Lennon (While my guitar gently weeps) con el cover pendejo maleducado nooooo! no se escupe en la cara que pueden hacer los Ramones de Louis Amstrong (What a wonderfull world) o la que Tom Waits puede hacer de los Ramones (I dont wanna grow up) o la que Shane MacGowan con Nick Cave pueden hacer de (What a wonderful world otra vez).

Lo que equivale a decir que se enfrentan la fidelidad a la traición, el homenaje al sarcasmo, el acercamiento a la transformación, etc... A ver, en ambos casos no deja de estar presente el referente original y la decisión de haber elegido esa particular canción para representar una versión propia. Quizás la admiración que se tiene por el artista genera cierto sentimiento de respeto que se convierte en miedo a serle desleal, y por el contrario, cuando la primera motivación es el "que bueno estaría hacer esto así" y el versionador no se hace pipi frente al versionado pueden aparecer esos covers desiguales, desviados, prostitutos, como lo que Vicious hizo con Sinatra (My Way)).

Está el diablito, el iconoclasta adolescente que le ponía cintascach (así se escribe ahora) a los casettes de Arjona de su hermana mayor para grabar War for territory y vomitar wine cooler en la infranqueable puerta de un quinceaños y está el que está bailando con la quinceañera, que tiene en su bolsillo un anillo que hizo con la boludez esa para abrir la latita de cocacola y por supuesto, aprendió el cover de Elton de Aznar con la mayor fidelidad posible en su guitarra con cuerdas nuevas de Constancio Sanabria.

Pero, también es cierto que después el otro loco (superada la edad del pavo) aprende a ver la música de otra manera, descubre que Aznar además de tocar la acústica de Harrison, alcanzar todos sus registros vocales y sonar casi como los beatles con una guitarrita nomás, se tira el inolvidable solo de guitarra de Clapton/Harrison con la boca, y descubre que lo prolijo no necesariamente es una algo estático, que también puede alcanzar cierto grado de emoción cuando Drexler corrige las melancólicas roncocidades de Tom Yorke en su versión de High and Dry para convertirla en una canción dulce como él sabe (sin mencionar el fabuloso trabajo que hizo con los arpegios, la línea de bajo medio murguera y ese platillo lleno de colores y de formas).

Personalmente creo que todo el artículo que leí en Ñ podría no haber existido según el siguiente argumento: La discusión de cual cover es mejor, el fiel o el infiel, está a un pelo de sapo de distancia de la discusión que generó en su tiempo Dylan cuando dejó su guitarra de palo para agarrar la eléctrica. ¿Cual es el verdadero Dylan? Ninguno, o los dos. Pero con el perdón de Bob, a quien escucho y amo desde que tengo dos orejas, el cover de Los Stones de Like a Rolling Stone le hace seis cero al original, ahí ganó la copia, porque no depuro, no parafraseo, sino que se apropio de sus notas y creo algo auténticamente Stonero al punto de que es una nueva canción totalmente libre y emancipada de su referente.

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